miércoles, 25 de abril de 2012

Si el río suena...


Es cierto que el Presidente venezolano está enfermo y no es sencillo lo que padece, el mismo a tenido que rendirse a la fuerza de los rumores para admitir que el cáncer aqueja su salud y que por eso viaja a Cuba a hacerse los tratamientos, en los hospitales mejor dotados ¿de la región? Es aquí donde la gente empieza a sospechar.
No existen informaciones oficiales de qué es lo que realmente padece, aparte del muy genérico nombre que puede incluir una gama muy amplia de tumores y demás consecuencias para el cuerpo humano, que ha sido un medico venezolano desde Miami, sin relación (supuestamente) con ningún miembro de la familia ó equipo médico que atiende al Comandante, quien ha dado los partes a modo de médico de cabecera. Más para el imaginario público.
 Absurdo cuando la ausencia del Presidente Chávez se ha justificado con la frase “el puede mandar desde cualquier parte del mundo”, cuando se supone que la constitución regula los períodos que un presidente se puede ausentar del mando, pero el nuestro ha decidido gobernar vía Twitter ¿Los escribe el mismo? Más leña al fuego.
Declaraciones vía electrónica donde admite que el tratamiento “no es una mantequilla” pero luego transmiten imágenes de un paciente jugando Bolas criolla. Si puede jugar también podría regresarse a Miraflores a asumir sus responsabilidades, pero el canciller, que ahora es correo, le lleva las leyes para que el, desde la supervisión de los hermanos Castro corrija y promulgue. ¿eso no debe hacerse en su puesto de mando?  ¿Está bien el paciente o está mal? La gente se confunde.
Para lo cual la única respuesta del Comandante Presidente es que todo se debe a una “estrategia del majunchismo”
Mientras tanto el General (r) y exmagistrado Aponte Aponte, desde Estados Unidos, salpica de mugre, con acusaciones de narcotráfico, tráfico de influencias, juicios amañados y una numerosa lista de delitos a un casi igual número de funcionarios de alta jerarquía en el gobierno venezolano.
Entonces, ante tanta desinformación, acusaciones, verdades a medias, cómo no van a empezar a correr rumores, entre descabellados y parecidos a la verdad…
Si el río suena, es porque piedras trae…

martes, 10 de abril de 2012

Tiempos de Dictadura 4


Finales de los años 60's, ya en Venezuela la democracia se había instalado y los venezolanos nos acostumbrábamos cada vez más a ella.
Mis abuelos ya estaban retirados de toda actividad profesional y/o política, dado que en los años que siguieron luego de la Dictadura de Pérez Jiménez, ellos colaboraron económica y personalmente en las campañas de los candidatos del partido COPEI, mientras que mi papá y mi mamá simpatizaban mas con el pensamiento de Acción Democrática (AD), sin que aquello se convirtiera en rupturas ni pleitos familiares…cosas que tienen las democracias verdaderas.
Pensando en descansar de tan agitada vida, planearon un viaje por Euryopa. Mi abuelo que había sido piloto de la aerolínea Aeropostal, en su división internacional, que luego se convertiría en la ahora desaparecida VIASA, contaba con jugosos descuentos en pasajes y con muchos amigos en todas partes del mundo, producto no solo del trabajo sino de años de ayuda a la disidencia venezolana que había dejado muchos exiliados.
Queriendo no solo conocer más mundo sino saludar aquellas caras amigas, emprenden viaje con primera parada en Paris.
Al llegar al aeropuerto, son recibidos sorpresivamente a la puerta del avión y sin siquiera cruzar inmigración, son conducidos muy gentilmente por funcionarios que los hacen esperar en una sala muy cómodamente acondicionada.
Al cabo de no más de media hora los mismos funcionarios les piden los acompañen. Mi abuelo que solo hablaba español, le pide a mi abuela (que se defendía en varios idiomas y hablaba perfecto inglés) que pregunte qué pasa.
Cuenta mi Ñita que ella recurre a su poco francés y vuelve a preguntar que por que está siendo tratados de manera especial. Los funcionarios -me contaron mis viejitos- al verles la cara de preocupación y cómplices de lo que ya sabrán, les dicen que no hay de que preocuparse que ellos son huéspedes bienvenidos.
Sin entender mucho pero al ver que ya su equipaje está siendo montado en un carro, ellos agradecen las atenciones y aunque extrañados le dan la dirección de su hotel al chofer. ( por aquellos tiempos la confianza era intrínseca)
El chofer los conduce hasta su hotel y son recibidos de manera similar. Todo estaba dispuesto esperándolos. Mi Ñita le comentó a Pai en forma de chiste que “los franceses sin son pomposos, todo lo hacen como si uno es un presidente”
La sorpresa mayor es cuando llegan a la habitación que resultó ser una suite enorme, con un ramo de rosas blancas “las mas grandes que yo había visto”- me dijo mi viejita- en la mesa de centro del recibo de aquella exageración. Mi abuela ahora si reclama al Bell Boy que los acompaña, que debe estar equivocado, que esa no es la habitación que ellos reservaron.
El muchacho le dice que no, colocó las maletas en su sitio, les entregó la llave y sin esperar propina se va.
Tan curiosa como extrañada mi Ñita se dirige al ramo y ve la tarjeta que está en el. Decía algo como: Gracias Capitán, todo corre por mi cuenta” y estaba firmada solo por Pedro.
Enseguida supieron que se trataba de Pedro Estrada, que ya gozaba de un alto cargo en la Interpol.
Tan pronto como leyeron, tomaron las maletas bajaron al lobby agradecieron las atenciones y dejaron otra nota para ser entregada al Monsieur Pedro… “Gracias Don Pedro, solo cumplía órdenes” firma: Cap J Guerra…
Cambiaron de hotel y de país al día siguiente…

miércoles, 4 de abril de 2012

Tiempos de Dictadura 3

A principios del 1958, ya la dictadura del Marcos Pérez Jiménez estaba tambaleándose. El descontento y la represión estaban en aumento. A mi abuelo el Capitan  (de aviación civil) José Rodrigo Guerra, sin pedirlo, le toco jugar un papel muy importante (aunque anónimo hasta ahora) en los acontecimientos que luego se desencadenaron.
Como les contaba la semana pasada, con el avión ya en el aire, mi abuelo insistía en solicitar el plan de vuelo para entregar el “paquete” que era nada más y nada menos que el Director de la odiada Seguridad Nacional, Pedro Estrada.
 Era época de miedos, terror a ser preso en los calabozos de la temible policía política, donde se torturaba de maneras tan crueles que incluso conllevaron a la muerte a muchos disidentes.
Mi Pai (como siempre le dije a mi abuelo) nunca fue hombre de amilanarse frente a la adversidad, así que mandos en las manos insistía autoritariamente por el requerido plan. Por toda respuesta tuvo: “siga para Dominicana” y luego se devuelve, le contesta el funcionario con el arma desenfundada y apuntando alternativamente a mi Pai y a Estrada.
Consciente del peligro, no solo por un disparo accidental como intencional, Pai exige que se guarde el arma, a lo que el custodio del director de la SN le contesta: “haga lo que le digo o le pego un tiro ahorita mismo”. Mi abuelo en el tono más irónico posible lo increpa: “máteme pues y nos morimos todos, recuerde que aquí el único piloto soy yo” y sin hacer pausa le dice: “siéntese y vaya agarrado que voy volando bajo porque no tengo mapas así que voy en vuelo visual”.
Calmados un poco los ánimos es el turno de Estrada, quien temiendo una traición de “Chapita” (para quien realizó múltiples trabajos de espionaje) le pide a mi abuelo que cambie la ruta y lo deje en Puerto Rico, donde tenía amistades que lo podían ayudar. A esta solicitud mi Pai solo contesta: “le garantizo su vida con la mía, pero en el cargo fue dejarlo en República Dominicana y allá va ud”.
Durante muchos años mi abuelo se negó a hablar abiertamente de este episodio, sintiéndose tal vez culpable o cómplice de quien durante tanto tiempo hizo tanto daño. Mi abuela quien fue siempre un motor para sembrar ideas, lo convenció, no sin mucho esfuerzo, que estando la vida de ella y mi mamá en peligro, no pudo hacer otra cosa, recordando la imagen que el pudo llevarse, al despegar aquel avión Douglas DC-3, de su familia rodeada de uniformados con armas apuntándoles a la cabeza.
 Convencido tal vez de esto o quizás ya en su vejes los años implacables hicieron lo suyo, me contaba el mismo ( porque todo lo anterior fueron relatos de mi Ñita), que ya en tierra Estrada se le acerca nuevamente y le ofrece un maletín, que al mejor estilo hollywoodense, abre mostrándose repleto de billetes verdes y le dice: “tome capi esto en agradecimiento por salvar mi vida” pero mi abuelo más serio aun que antes (me contó que ofendido por el gesto) le contesta: “yo solo cumplía órdenes”
No volvieron a cruzar miradas ni menos palabras.
Años después, el gesto pretende repetirse…

 
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