miércoles, 21 de agosto de 2013

En la Asamblea Nacional Bolivariana

Nada más grotesco que conocer los acontecimientos de lo que dan por llamar la política venezolana.
Si bien en las últimas décadas al hablar de políticos y política en Latinoamérica no es considerado una labor de caballeros, y quienes quieren ser más generosos mencionan a los políticos como un mal necesario, por la pésima reputación que se han labrado gracias a años de corrupción, malversación, malos gobiernos y otras calamidades, lo que vemos, oímos y leemos de cómo se conducen los diputados y otros miembros del alto gobierno venezolano, no es más deplorable porque “no se puede ser más bajo”.
Hemos visto cómo no solo el lenguaje y el trato ha bajado de categoría al punto que ni siquiera posee el mínimo decoro, sino que los golpes y los insultos son parte de las ‘discusiones’ en un hemiciclo, otrora sala de exposición de grandes interlocutores, pensadores y escritores, gloriados en el mundo entero.
Hoy lo más que podemos decir es que los más ‘famosos’ diputados de la Asamblea no son más que generadores de polémica, castradores de la educación y las buenas maneras y abanderados de lo soez y del mal gusto. Sin mencionar la hipocresía campantes en los más acérrimos defensores de la mal llamada revolución, vistiendo sus trajes de firmas famosas y ostentando sendas cuantas no solo en el pobre y devaluado bolívar fuerte
(que no sería nada unos cuantos miles) pero sí en la moneda del vilipendiado ‘imperio’ de los Estados Unidos de América.
Ver un debate de la Asamblea Nacional Bolivariana de Venezuela es asistir a una escuela televisada de insultos, hipocresías, mala educación, un ring de boxeo, pero por supuesto sin reglas arbitrales, donde incluso el que regenta de árbitro grita: ¡dale duro, dale!, si se trata de la intervención, con la palabra o las manos (y pies y micrófonos blandidos como armas), de los de la tolda de gobierno.
Y es en ese ambiente, con una mayoría bravucona, conseguida con una fórmula electoral arreglada, que se pretende otorgarle poderes especiales al ilegítimo presidente para combatir una corrupción tan descarada de parte de los ‘enchufados’ del gobierno, que con insultos, con expresiones homofóbicas, con denuncias amañadas a los adversarios opositores, pretenden tapar la olla podrida que tanto nacionales, como extranjeros ven a punto de estallar.
Esta asamblea de ridículos, de falsos defensores de la patria, que se llenan los bolsillos, vacían las despensas, es la que ahora y en manos de gobierno revolucionario decadente está legislando un país cada vez más adormecido o anonadado. De verdad… no sé.

miércoles, 7 de agosto de 2013

Recordando III

Vale la pena seguir exprimiendo la memoria con cuentos propios y ajenos, como aquel cuando a mi suegro le preguntaron el porqué no tenía una gran fortuna en el banco, luego de haber desempeñado importantes cargos en la administración pública, a lo que él respondió en un coloquial sabrosísimo: “porque, cabeza de ñame, prefiero dormir tranquilo”.
Así fueron ellos, los que nada pidieron a cambio, como mi suegro, que vivió parte de su exilio en una celda de 2 x 2 metros que se inundaba, por lo que debía dormir (si se puede llamar a eso dormir) de pie, o mi querida Ñita, que luego de tantos albores y sacrificios, vivió solo de su trabajo. O a mi querido tío Rubén, el exiliado a México, que luego de sufrir tanto, murió como llegó al mundo: digno.
Ante tanta corrupción política y espiritual, vuelvo a mis ‘gigantes’, los que dieron todo y murieron plenos de dignidad, sin relojes costosos ni mayores fortunas que sus adoradas familias, a las que ellos hicieron crecer con hijos prósperos en salud, profesionales honestos, que siguen trabajando por sus propios hijos y por su legado.
Esos son los verdaderos gigantes. Esos que podemos encontrar en cada casa, en cada historia familiar de sacrificio, de fortaleza, la que tiene cada héroe anónimo.
Gigantes como mi abuelo, mi Pai, que se enfrentó de cara a Pedro Estrada (el propio jefe de la temida Seguridad Nacional venezolana) cuando este pretendió corromperlo, a sabiendas (mi Pai) de que mi Ñita y mi mamá, una niña para entonces, estaban al alcance de sus esbirros. Mi Pai, un grande entre grandes, le dijo no y con la frase: “y si me mata ya sabe que nos morimos todos”, ya que viajaban en el avión que él tripulaba, dio por zanjada la diferencia y puso en su sitio al temible Don Pedro.
No me digan ahora que todas las luchas pasadas en mi Venezuela querida fueron fútiles y solo dieron corrupción y pobreza. No sigan vendiendo cuentos falsos.
Los que lucharon por la democracia, en contra de las dictaduras, les dieron no solo la libertad sino la dignidad al país y al pueblo que nunca más quiso sentirse pisoteado ni encadenado.
Los aprovechadores le dieron al país la pobreza; los aprovechados, la corrupción; los Chávez, el desastre; los más ingenuos, la oportunidad y la libertad a un golpista, que lo único que trajo a la región fue desestabilización.
Recobremos la cordura y busquemos a nuestros verdaderos héroes en nuestras propias familias, entre nuestros amigos legítimos y meritorios.
No sigamos comprando ‘gigantes’ de mercadeo con pies de barro.

 
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