miércoles, 27 de noviembre de 2013

Desde Cuba a Venezuela

Veía recientemente, en un programa de entrevista del prestigioso periodista argentino que transmite una cadena internacional, la conversación que Andrés Oppenheimer tenía con Silvito El Libre, el disidente cantante hijo del famoso trovador cubano Silvio Rodríguez, y este, entre las cosas que declaró, decía que la gente en su país ha cambiado, que ahora es en su mayoría gente triste, cosa que contradice los pregones de la revolución. Habló de la persecución a sus amigos, el miedo a la policía del régimen y la falta de contacto con el mundo exterior.
En capítulo siguiente, el mismo Oppenheimer entrevista también al joven cantante cubano David D Omni, conversando acerca de su música, lo que, por supuesto, llevó al tema que me llamó la atención, cuando, interpelado sobre su visita a los Estados Unidos, este confesó su sorpresa al decir que “no es lo que me habían dicho”.
Comentaba el músico que su asombro fue muy grande al descubrir productos en los supermercados que ni siquiera sabía que existían, que la violencia no campea en las calles como le aseguraron,  que lo que él  no vio  ningún tipo de segregación por raza o género, que todo lo contrario, conoció un país plural, abierto a cualquier tendencia e idea y muy desarrollado en su pensamiento.
Puede que quienes hayamos tenido mayor experiencia y acercamiento con los Estados Unidos discrepemos en algunos puntos con este joven artista que por primera vez pisaba la libertad, pero lo que no podemos obviar de su comentario es lo que está detrás y que luego afirmaba al declararle a Oppenheimer: en Cuba no se puede hacer conciertos en lugares públicos sin ser estos minuciosamente supervisados por el régimen, revisan las letras de las canciones, los videos y la música misma que se va a tocar, por ser él un músico de la camada “disidente”.
Incluso, comentaba que una vez pasados los “filtros” le era muy difícil conseguir el apoyo audiovisual requerido en presentación de su tipo (por la misma persecución a los allegados y amigos). Si conseguía las luces, el del sonido le decía que no; si era el del sonido, el de video se echaba para atrás o simplemente ningún proveedor se comprometía, por temor al gobierno. Por eso sus conciertos son en su casa.
Su visión como joven promesa musical queda supeditada a lo que el régimen cubano y sus sensores deciden, y es así, bajo ese adoctrinamiento, ese aislamiento y el terror a caer en desgracia y ser encarcelados, que los Castro han logrado mantenerse en el poder por tantos años.
Me hizo reflexionar –por supuesto– viendo el enorme acercamiento que el régimen de Maduro tiene con los Castro. Su formación en “la lucha política” fue hecha en Cuba, y su posgrado sigue siendo supervisado desde La Habana.
Por eso Venezuela es ahora sometida, por el miedo, a la autocensura de los medios de comunicación, los líderes disidentes son apresados sin razón alguna, como cuando recientemente le sucedió al joven asesor de Henrique Capriles, el muy inteligente Alejandro Silva, con la única finalidad de intimidar no solamente al líder de la oposición venezolana, sino a quienes se atrevan a seguirlo.
Estas son las prácticas de los regímenes autoritarios. Son las que tratan de callar las voces, cegar el panorama, atar las manos y bloquear a todo aquel que sea contrario a sus intereses, que más que claro está, no son los intereses del pueblo que gobiernan.
Son estas ideas las que ocupan el primer lugar en las importaciones venezolanas: el comunismo cubano.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Preocupa


Leyendo a algunos columnistas venezolanos y extranjeros, refiriéndose a los sucesos de la semana pasada en Venezuela, hay un común en todos. No solo ven con horror las disparatadas medidas económica de Maduro, que causarán simplemente el efecto contrario a lo que este promete, sino también, en sus crónica y artículos, comentan el comportamiento extremo que la población venezolana ha tenido frente a las acciones ejecutadas por el gobierno, para “castigar a los especuladores”.
Y es que después de la primera avalancha, que se convirtió en “saqueo” (palabra prohibida para los medios venezolanos), siguió una hemorragia de personas cazando cada establecimiento fiscalizado para comprar cualquier cosa que estuviera “rebajada”.
Por eso vimos enormes colas frente a grandes cadenas de almacenes, no solo de electrodomésticos, sino también ferreterías e incluso pequeñísimos comerciantes en bodegas y abastos de pequeños poblados del interior de país, sufrir con la marabunta.
Volviendo a lo que noté en cada escrito que publicaron los medios nacionales y extranjeros, es el análisis de ese comportamiento, propio de una población que, según los escritores, obedece a la escasa o nula confianza en el gobierno de volver a abastecer el mercado con dichos productos u otros de primera necesidad, por la ya demostrada ineficiencia, con la enorme escasez de alimentos y medicinas.
Viéndolo bien, creo que tienen razón, porque de existir confianza, estas rebajas se verían como ofertas ‘de temporada’ y tal vez algunos acudirían para aprovechar aguinaldos, bonos y demás propios de la temporada decembrina, pero lo que se aprecia es un desespero por comprar lo que sea, con tal de llevar algo de aquello que posiblemente no se volverá a ver.
Otro punto a notar es cómo también se han visto en las calles los mismos artículos “rebajados” y vendidos en el mercado informal, incluso a precios más altos que antes de la fiscalización. Y por supuesto esto obedece no solo a la viveza del abusador tramposo que los compra para revenderlos y usufructuar con ello, sino aquel desesperado que sucumbe ante el vendedor callejero para adquirir lo que cree desaparecerá del mercado, por la falta de confianza a las promesas del Gobierno.
Preocupa el simplismo del comportamiento no solo gubernamental, sino de las masas que –ante una quimera y con ojos y oídos cerrados a la realidad– corren en pos de ella, sin ver más allá de lo que aquella fantasía implica: tener nevera sin leche para enfriar, tener televisor sin electricidad para conectar.
Eso es lo que más me preocupa.

jueves, 7 de noviembre de 2013

Intolerancia

Hoy quiero hablar de la intolerancia, esa que separa amistades y derroca admiraciones solo porque el afectado no piensa como tú. Eso que está pasando tanto en Venezuela y que la tiene sumida en la más profunda división, ya ni siquiera de clases sociales (contra la cual se plantea la lucha de revolucionarios y opositores), sino de vertientes políticas.
 Sentimientos oscuros se han apoderado del corazón de muchos compatriotas, negándole el derecho básico a cualquier conciudadano a disentir o convenir según mejor le plazca. Es ahí donde todos caen en la negación de uno de los derechos fundamentales del ser humano: libertades individuales y entre ellas el derecho a pensar.
 Tal vez muchos creamos que nuestro vecino, amigo o familiar está equivocado, pero eso no debe ser motivo de rupturas y separaciones, casi todas muy doloras, porque conllevan insultos y descalificaciones.
 Con lo que si debemos ser intolerantes es con la injusticia, la corrupción, la inequidad, la traición, la maldad resumiendo todas las formas que podamos aquí mencionar. Por eso debemos ser muy críticos con nuestros gobernantes, si alguna de sus esas formas se deja ver en la gestión de gobierno. Es por eso - y ante grandes injusticias, mentiras y corrupción- que  escribo cada semana, siendo intolerante con un gobierno que no se merece ningún tipo de compasión. Pero jamás la intolerancia dirigida a un amigo y menos a un familiar y por sobre todas las cosas a cualquiera que sea tu prójimo.
 Los gobiernos están en la obligación de acatar las críticas y reaccionar conforme a la ley si sus ciudadanos están insatisfechos o tienen la mínima sospecha que alguno de sus funcionarios está cometiendo algún acto alejado de esa misma ley. Es ahí que es deber ciudadano ser intolerante con gobernantes y gobiernos corruptos y fallidos.
Tal vez pueda yo, como persona individual, apoyar a quienes pretenden (sin caer en el irrespeto a las particularidades) tratar de convencer al cercano y no tan cercano que el camino que lleva, que las cosas que tal vez está viendo, son equivocadas, pero solo eso, tratar de convencer, para que pueda nuestra idea de justicia abrirse camino entre quienes no la ven aun.
Pero en mi muy particular percepción, más allá de eso, llegando a denigrar del otro, insultarlo y retirarle sus afectos o admiración,  ya el camino de la labor de convencimiento extralimito sus fronteras, como está pasando a diario en casi cualquier sector de la vida cotidiana venezolana.

Una cuestión de principios es dar lo que quieres para ti. Si no respetas no te respetan, si no das amor, no será amor lo que recibas. Si la intolerancia mueve tus pasiones entonces serás víctima de ella antes de que te des cuenta.

 
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