martes, 8 de octubre de 2013

Crónica de un viaje a Caracas II

Ya regresé a mi casa, a Barranquilla, pero mi visita reciente a Carcas me dejó con sabores amargos de boca. No por los cariños y afectos reencontrados, no por el majestuoso Ávila presidiendo la estampa gallarda de una ciudad que hice mi hogar durante muchos años, sino por la sensación de resignación y rabia contenida en muchas de las personas con quienes conversé, o lo más grave, la de indiferencia de unos pocos con quienes no pude seguir conversando.

Este paso por la Sultana del Valle venezolana (aclaración que hago para mis amigos colombianos, ya que ellos tienen a su Cali hermosa), me permitió entre otras cosas ir al mercado, y hablar con dueños de supermercados (razón principal de mi viaje), visitar farmacias en busca de medicamentos, reencontrarme con gente de distintos ámbitos y visitar 3 ciudades distintas: Maracaibo, Maracay y Caracas, todo condensado en 10 días.
Fue como una clase magistral, pero de inflación, escases y desidia gubernamental.
Aparte de algunos compromisos, que me permitieron hacer un recorrido por diversas calles de las tres ciudades, notando en algunos casos cambios, no fundamentales en infraestructura, pero sí de maquillaje temporal en vías de comunicación, pude apreciar el deterioro de  muchas estructuras públicas y privadas, donde también escaseaba la pintura y el mantenimiento. En ciertas zonas de Caracas como Baruta y el Hatillo la limpieza de las calles es evidente en contraste con Libertador (o las zonas de este municipio por donde transité), aunque no puedo decir que la pulcritud es la marca, ni en los sitios menos sucios  (mejor describirlo de esta manera).
El shock más grande fue en supermercados y farmacias. Tras recorrer 5 establecimientos para comprar algunos medicamentos, logré conseguirlos casi todos, algunos en otra presentación o de otra marca, pero cumplida la misión medicamentosa, saque las cuentas de lo gastado en Bolívares fuertes (eufemismo monetario) y la sorpresa fue mayúscula al comprobar que por lo menos se había triplicado el valor de los hallados… También me toco comprar chocolates para la gula de mis hijos y amigos colombianos y en esos descubrí un 100% de aumento (gracias a Dios no es artículo de primera necesidad)
Tal vez lo más sorprendente para mi fueron las conversaciones que giran en torno a: dónde se consigue, a cómo, el desconcierto porque ¿subió otra vez?, llegó “el papel” a tal o cual sitio,  la típica frase ¡esto ya es inaguantable! ó ¿no sé cómo vamos a hacer el próximo mes si seguimos así? Sin que se note ninguna acción al respecto.
Entre las conferencias  a las que asistí, había una de un  muy importante charlista, proveniente de una gran empresa trasnacional, que vende artículos en el mundo entero. Explicaba, cómo hacer para que el consumidor prefiera una tienda y en ella compre todo lo que busca y más, y que medidas a tomar para que esa preferencia se acentuara.
 Al final de la charla cuando se sometió a las interrogantes de los asistentes, alguien le pregunta: cómo hacer cuando por más arreglos que se hagan en las tiendas, para hacerlas las preferidas del cliente, el consumidor debe recorrer en promedio de 2 a 4 establecimientos en busca de los artículos. Luego de unos segundos y con cara de desconcierto, el famoso invitado tuvo que confesar que no entendía la pregunta.
La pregunta está formulada en “venezolano” tuvimos que aclararle. Para lo cual y a pesar de “conocer” la situación del país por la prensa internacional, el choque con la realidad lo dejó sin palabras.
El que no lo vive, no es capaz de entenderlo en toda su dimensión. Hay quienes me dicen que eso es imposible de creer en un país “tan rico” capaz de “ayudar” (yo diría comprar) a otros países. Pero esa es la cruda y simple realidad de mi país, que no merece lo que le pasa y menos al nefasto gobierno que lo maltrata

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