Ya regresé a mi casa, a
Barranquilla, pero mi visita reciente a Carcas me dejó con sabores amargos de
boca. No por los cariños y afectos reencontrados, no por el majestuoso Ávila
presidiendo la estampa gallarda de una ciudad que hice mi hogar durante muchos
años, sino por la sensación de resignación y rabia contenida en muchas de las
personas con quienes conversé, o lo más grave, la de indiferencia de unos pocos
con quienes no pude seguir conversando.
Este paso por la Sultana del
Valle venezolana (aclaración que hago para mis amigos colombianos, ya que ellos
tienen a su Cali hermosa), me permitió entre otras cosas ir al mercado, y
hablar con dueños de supermercados (razón principal de mi viaje), visitar
farmacias en busca de medicamentos, reencontrarme con gente de distintos ámbitos
y visitar 3 ciudades distintas: Maracaibo, Maracay y Caracas, todo condensado
en 10 días.
Fue como una clase magistral,
pero de inflación, escases y desidia gubernamental.
Aparte de algunos compromisos,
que me permitieron hacer un recorrido por diversas calles de las tres ciudades,
notando en algunos casos cambios, no fundamentales en infraestructura, pero sí
de maquillaje temporal en vías de comunicación, pude apreciar el deterioro
de muchas estructuras públicas y
privadas, donde también escaseaba la pintura y el mantenimiento. En ciertas
zonas de Caracas como Baruta y el Hatillo la limpieza de las calles es evidente
en contraste con Libertador (o las zonas de este municipio por donde transité),
aunque no puedo decir que la pulcritud es la marca, ni en los sitios menos
sucios (mejor describirlo de esta
manera).
El shock más grande fue en
supermercados y farmacias. Tras recorrer 5 establecimientos para comprar
algunos medicamentos, logré conseguirlos casi todos, algunos en otra presentación
o de otra marca, pero cumplida la misión medicamentosa, saque las cuentas de lo
gastado en Bolívares fuertes (eufemismo monetario) y la sorpresa fue mayúscula
al comprobar que por lo menos se había triplicado el valor de los hallados… También
me toco comprar chocolates para la gula de mis hijos y amigos colombianos y en
esos descubrí un 100% de aumento (gracias a Dios no es artículo de primera
necesidad)
Tal vez lo más sorprendente para
mi fueron las conversaciones que giran en torno a: dónde se consigue, a cómo,
el desconcierto porque ¿subió otra vez?, llegó “el papel” a tal o cual sitio, la típica frase ¡esto ya es inaguantable! ó ¿no
sé cómo vamos a hacer el próximo mes si seguimos así? Sin que se note ninguna
acción al respecto.
Entre las conferencias a las que asistí, había una de un muy importante charlista, proveniente de una
gran empresa trasnacional, que vende artículos en el mundo entero. Explicaba,
cómo hacer para que el consumidor prefiera una tienda y en ella compre todo lo
que busca y más, y que medidas a tomar para que esa preferencia se acentuara.
Al final de la charla cuando se sometió a las
interrogantes de los asistentes, alguien le pregunta: cómo hacer cuando por más
arreglos que se hagan en las tiendas, para hacerlas las preferidas del cliente,
el consumidor debe recorrer en promedio de 2 a 4 establecimientos en busca de
los artículos. Luego de unos segundos y con cara de desconcierto, el famoso
invitado tuvo que confesar que no entendía la pregunta.
La pregunta está formulada en “venezolano”
tuvimos que aclararle. Para lo cual y a pesar de “conocer” la situación del país
por la prensa internacional, el choque con la realidad lo dejó sin palabras.
El que no lo vive, no es capaz de
entenderlo en toda su dimensión. Hay quienes me dicen que eso es imposible de
creer en un país “tan rico” capaz de “ayudar” (yo diría comprar) a otros países.
Pero esa es la cruda y simple realidad de mi país, que no merece lo que le pasa
y menos al nefasto gobierno que lo maltrata
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