Me permito hacer un reclamo en
nombre de millones de venezolanos, la mitad de la población electoral que votó
en contra de la candidatura de Nicolás Maduro, designado apresuradamente
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, cuando sabemos que existen
muchos comentarios, dudas y solicitud de revisión al proceso que se llevó a
cabo el 14 de abril.
Mi causa: comentar la odiosa utilización de la
palabra “apátrida”, para referirse a todo aquel que adversa al gobierno, que lo
critique, que saque a la luz sus enormes fallas, mentiras y contradicciones.
Tildar a los venezolanos
cualquiera que sea su forma de pensar, es negarle su nacionalidad, es negarle
su sangre o su elección. Ninguno de estos ciudadanos, nuestros conciudadanos,
los que tienen una cedula de identidad que antepone la V de Venezuela a tu
número de identificación, es negarse a sí mismo la nacionalidad de la cual se
sienten también orgullosos.
Apátrida el que no tiene patria y
eso no es lo que millones de compatriotas, mis compañeros de patria, han
demostrado.
Forma de insulto que viene
directamente del alto gobierno, como arenga para tapar tanta falsedad,
incrementando la división entre hermanos, entre conciudadanos.
Apátrida no puede ser ni siquiera
el Sr Maduro ya que por lo visto su patria amada es Cuba, a la que se refiere
con tanta devoción, a la que viaja cada vez que necesita consejo y guía, y de
la cual la mal llamada revolución ha copiada esquemas y formas.
Y no denigro de aquellos que lleven en su
corazón dos amores a dos tierras distintas, muchos tienen su corazón dividido
entre la tierra que los vio nacer y la que les dio cobijo, la que escogieron
como hogar. Pero el Sr Maduro si quiere llegar a ser el Presidente legítimo de
Venezuela debe ante todo, no solo ser el principal defensor de la soberanía nacional, sino también
parecerlo. Así que si alguno duda de la nacionalidad del pretendido primer
mandatario nacional, yo creo que mientras no nos demuestre otra cosa podemos
decir que él no es que sea apátrida sino que su corazón está en la Cuba
Castrista, que no es la Cuba de todos los cubanos además.
Así que a menos que reneguemos de
nuestra tierra, nuestro hogar, nos neguemos a votar e incluso a opinar, nos
importe lo mismo que el país se desmorone o salga para adelante, que haya
educación de calidad o que las escuelas se caigan a pedazos, que el ciudadano
se alimente o que viva mendigando la comida de todos los días, que la violencia
se lleve a sus vecinos, a ese personaje si llamémosle Apátrida con mayúsculas.
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