miércoles, 7 de agosto de 2013

Recordando III

Vale la pena seguir exprimiendo la memoria con cuentos propios y ajenos, como aquel cuando a mi suegro le preguntaron el porqué no tenía una gran fortuna en el banco, luego de haber desempeñado importantes cargos en la administración pública, a lo que él respondió en un coloquial sabrosísimo: “porque, cabeza de ñame, prefiero dormir tranquilo”.
Así fueron ellos, los que nada pidieron a cambio, como mi suegro, que vivió parte de su exilio en una celda de 2 x 2 metros que se inundaba, por lo que debía dormir (si se puede llamar a eso dormir) de pie, o mi querida Ñita, que luego de tantos albores y sacrificios, vivió solo de su trabajo. O a mi querido tío Rubén, el exiliado a México, que luego de sufrir tanto, murió como llegó al mundo: digno.
Ante tanta corrupción política y espiritual, vuelvo a mis ‘gigantes’, los que dieron todo y murieron plenos de dignidad, sin relojes costosos ni mayores fortunas que sus adoradas familias, a las que ellos hicieron crecer con hijos prósperos en salud, profesionales honestos, que siguen trabajando por sus propios hijos y por su legado.
Esos son los verdaderos gigantes. Esos que podemos encontrar en cada casa, en cada historia familiar de sacrificio, de fortaleza, la que tiene cada héroe anónimo.
Gigantes como mi abuelo, mi Pai, que se enfrentó de cara a Pedro Estrada (el propio jefe de la temida Seguridad Nacional venezolana) cuando este pretendió corromperlo, a sabiendas (mi Pai) de que mi Ñita y mi mamá, una niña para entonces, estaban al alcance de sus esbirros. Mi Pai, un grande entre grandes, le dijo no y con la frase: “y si me mata ya sabe que nos morimos todos”, ya que viajaban en el avión que él tripulaba, dio por zanjada la diferencia y puso en su sitio al temible Don Pedro.
No me digan ahora que todas las luchas pasadas en mi Venezuela querida fueron fútiles y solo dieron corrupción y pobreza. No sigan vendiendo cuentos falsos.
Los que lucharon por la democracia, en contra de las dictaduras, les dieron no solo la libertad sino la dignidad al país y al pueblo que nunca más quiso sentirse pisoteado ni encadenado.
Los aprovechadores le dieron al país la pobreza; los aprovechados, la corrupción; los Chávez, el desastre; los más ingenuos, la oportunidad y la libertad a un golpista, que lo único que trajo a la región fue desestabilización.
Recobremos la cordura y busquemos a nuestros verdaderos héroes en nuestras propias familias, entre nuestros amigos legítimos y meritorios.
No sigamos comprando ‘gigantes’ de mercadeo con pies de barro.

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