Yo no creo que la señora Dilma
Rousseff esté muy contenta con que se le embochinche el país, ese gigante del
Sur que ha mostrado enormes progresos sociales y económicos esté viviendo las
masivas protestas que desde todos los sectores han invadido las calles, en
principio luchando por el aumento del pasaje que pensaban injusto pero cuando
pensaron que ceder ante las demandas calmaría los ánimos, la gran masa
aprovechó la calle que era ya propiedad de la protesta para sumar otras tantas
reivindicaciones sociales a lo que el gobierno ha ido respondiendo con
prudencia ( o eso es lo que se reseña a nivel internacional) y llamando a la
misma a los organismos del orden público
Y lo más interesante de esta
enorme y multitudinaria reacción brasilera no tiene que sepamos un liderazgo
particular, un partido o partidos políticos que se hayan puesto a la cabeza de
semejante manifestación. Un movimiento tan espontáneo como homogéneo, al cual
no ha habido ningún “asomado” que quiera ganarse indulgencias haciéndose el
ideario de la revuelta.
Interesante estudiar las
reacciones del gobierno brasilero ante la masiva propuesta otorgando y
amparando el derecho de sus ciudadanos a protestar, tratando de negociar antes
sus solicitudes, en muchos casos intentando poner orden y en los casos de uso
excesivo de la fuerza pública, castigando el organismo y no al reclamante, cosa
que si quiero comparar con los últimas manifestaciones venezolanas es a las
claras de una distancia espelúznate, siendo como somos países vecinos.
No porque el gobierno brasilero
le guste la protesta, no porque no haya habido intentos de mitigarla, sino
porque entiendo consideran el derecho a la misma, tratando (aunque a veces se
les vaya de las manos) de sofocar lo que pudieran ser disturbios y violencia
injustificada, o justificada por la mano dura que en algunos momentos se
intento.
Y es que cada vez que vemos una protesta en
Venezuela, esta está signada por una represión brutal de parte de la fuerza
pública, con saldos de decenas de heridos, donde desde el gobierno central se
obtiene por toda respuesta el silencia o la negación a tan siquiera oír el
reclamo (cosa que se repite no importa que grupo proteste). Considerando
insisto, la enorme diferencia que en número de participantes han tenido las
últimas manifestaciones venezolanas, si
contrastamos con las del vecino, uno de los países más populosos del planeta
Lo vemos actualmente con la exigencia de las
universidades venezolanas por un presupuesto justo, por reivindicaciones
laborales de los profesores de las casa de estudios superiores, sumandose a
ellos los estudiantes que valientemente hacen una sola fila con su institución
y sus maestros.
A esto, y aludiendo este caso
reciente, el gobierno nacional ridiculiza, cuestiona, infiltra, crea caos y
criminaliza el reclamo que por derecho, en una verdadera democracia tienen
todos sus ciudadanos. Cualquiera que se embochinche y reclame es visto como “un
traidor a la patria”, un “ultra derechista apátrida”, que solo ve por los
intereses del “imperio”.
Y es así como tampoco en esta
“revolución” no hay derecho a la protesta, como no hay papel toilette, ni mantequilla,
ni harina de maíz, ni tantos ni, que ya engrosamos la lista de los que no
debería haber: escases.
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