lunes, 24 de junio de 2013

Si de protestas hablamos


      Yo no creo que la señora Dilma Rousseff esté muy contenta con que se le embochinche el país, ese gigante del Sur que ha mostrado enormes progresos sociales y económicos esté viviendo las masivas protestas que desde todos los sectores han invadido las calles, en principio luchando por el aumento del pasaje que pensaban injusto pero cuando pensaron que ceder ante las demandas calmaría los ánimos, la gran masa aprovechó la calle que era ya propiedad de la protesta para sumar otras tantas reivindicaciones sociales a lo que el gobierno ha ido respondiendo con prudencia ( o eso es lo que se reseña a nivel internacional) y llamando a la misma a los organismos  del orden público
            Y lo más interesante de esta enorme y multitudinaria reacción brasilera no tiene que sepamos un liderazgo particular, un partido o partidos políticos que se hayan puesto a la cabeza de semejante manifestación. Un movimiento tan espontáneo como homogéneo, al cual no ha habido ningún “asomado” que quiera ganarse indulgencias haciéndose el ideario de la revuelta.
Interesante estudiar las reacciones del gobierno brasilero ante la masiva propuesta otorgando y amparando el derecho de sus ciudadanos a protestar, tratando de negociar antes sus solicitudes, en muchos casos intentando poner orden y en los casos de uso excesivo de la fuerza pública, castigando el organismo y no al reclamante, cosa que si quiero comparar con los últimas manifestaciones venezolanas es a las claras de una distancia espelúznate, siendo como somos países vecinos.
            No porque el gobierno brasilero le guste la protesta, no porque no haya habido intentos de mitigarla, sino porque entiendo consideran el derecho a la misma, tratando (aunque a veces se les vaya de las manos) de sofocar lo que pudieran ser disturbios y violencia injustificada, o justificada por la mano dura que en algunos momentos se intento.
              Y es que cada vez que vemos una protesta en Venezuela, esta está signada por una represión brutal de parte de la fuerza pública, con saldos de decenas de heridos, donde desde el gobierno central se obtiene por toda respuesta el silencia o la negación a tan siquiera oír el reclamo (cosa que se repite no importa que grupo proteste). Considerando insisto, la enorme diferencia que en número de participantes han tenido las últimas manifestaciones venezolanas,  si contrastamos con las del vecino, uno de los países más populosos del planeta
           Lo vemos actualmente con la exigencia de las universidades venezolanas por un presupuesto justo, por reivindicaciones laborales de los profesores de las casa de estudios superiores, sumandose a ellos los estudiantes que valientemente hacen una sola fila con su institución y sus maestros.
A esto, y aludiendo este caso reciente, el gobierno nacional ridiculiza, cuestiona, infiltra, crea caos y criminaliza el reclamo que por derecho, en una verdadera democracia tienen todos sus ciudadanos. Cualquiera que se embochinche y reclame es visto como “un traidor a la patria”, un “ultra derechista apátrida”, que solo ve por los intereses del “imperio”.

         Y es así como tampoco en esta “revolución” no hay derecho a la protesta, como no hay papel toilette, ni mantequilla, ni harina de maíz, ni tantos ni, que ya engrosamos la lista de los que no debería haber: escases.

0 comentarios:

Publicar un comentario

 
Powered by Blogger