Parece que la tristeza se apodera de uno y se convierte en la compañera
inquebrantable, de cada día y de cada hora.
No basta luchar contra ella. Se instala cual dueña de tu ser y
aunque cambies la cara, aunque salgas al sol, aunque te regocijes en la luna que brilla ayudando a las estrellas, sigue ahí,
dueña y señora de tu espacio.
Dicen que algo de melancolía es buena para escribir. Dicen que también
es buena para recordar. Pero no sé si es buena para vivir.
Qué remedio. Ahí está la amiga indeseable, esa a quien le abriste
la puerta y se instaló en tu casa. La que molesta, la que interrumpe, la que
cuando sales te obliga a volver.
Eres tu tristeza, eres tu melancolía, eres tu soledad infinita dentro de
todas las personas, la que me recuerda que ya no tengo recuerdos con esas
gentes, esas caras nuevas que hoy se asoman de tanto en tanto. No conocen y no
las conoces. No tienes otros temas que pocos años atrás, tan pocos que no son
ni un lustro completo. Tan pocos que no hay bautizos comunes, ni historias, ni
accidentes, ni chistes, ni metas.
Esas se quedaron lejos, con otras personas, con otras historias, entre
otras montañas, frente a otro mar. Ese mar que me dicen que es el mismo pero
que tu tristeza mía, lo haces ver tan diferente.
Te quiero y te detesto tristeza. Te quiero porque no quiero olvidar a los que
atrás quedaron.
Te detesto porque no me dejas vivir, no me dejas hacer nuevos recuerdos,
porque te parecen muy insignificantes al lado de las grandes historias que
tenemos con aquellos que nos extrañan hoy y que tal vez nos olvidaran, porque tú,
tristeza mía, siempre me recuerdas que ellos me pueden olvidar.
Recordar que te olvidan. Oh tristeza, que tristeza.
2 comentarios:
Hermoso! Dios te bendiga, Pilín. Por allá extrañamos tu oración diaria. Un abrazo!
Hermoso! Dios te bendiga, Pilín. Por allá extrañamos tu oración diaria. Un abrazo!
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