miércoles, 30 de mayo de 2012

Los Hijos de mi Venezuela


Tal vez en esta oportunidad no logre sintetizar las emociones encontradas de este día, no solo porque de tristeza se trate, mas si de mucha alegría.
Así me salió y sin mucho pensarlo, estas primera líneas, porque mi hijo menor parte hoy a otro país y aunque por pocos meses, va llevado por su desempeño universitario pero también por la oportunidad que le brindó una universidad colombiana para tener acceso a mejores y más avanzados sistemas de estudio y aprendizaje.
 Aun recuerdo aquellos días en que tomamos la decisión de partir de nuestro hogar en Caracas donde habíamos vivido por varios años. Fue la misma época en que mi hijo menor debía seleccionar universidades. Su ilusión la USB (Universidad Simón Bolívar, la venezolana).
Recuerdo que ya la situación era insostenible, mi hijo segundo ya estudiaba en Bogotá, el mayor ya avanzado en otra universidad caraqueña, nos miraba sin creer lo que finalmente pasó, nos mudamos.
Mi muchachito chiquito hizo todo lo que tenía que hacer, presentó sus pruebas de admisión en las 3 casas de estudio seleccionadas y lo aceptaron en las 3. Pero junto con las listas de admitidos llegaron los pasajes para el viaje: “nos vamos a ver casas y a una entrevista en Barranquilla en la universidad de allá”. No muy convencido hace el viaje con nosotros.
Hoy ya en la recta final de su carrera, entusiasmado y aun convencido de que eso es lo que siempre quiso hacer, recuerda los días en que casi pide que lo dejen en Caracas y graduarse allá.
 Hoy estamos en Colombia, país que nos recibió con los brazos abiertos pero que hace 20 años solo visitábamos de paseo, sin imaginarnos jamás que aquí viviríamos y mucho menos que una Venezuela de grandes oportunidades y enorme crecimiento se haya visto convertida en un país de políticas retrógradas, de corrupción descarada, de crímenes a diestra y siniestra y de gobernantes golpistas.
 Hoy podría haber tal vez contado con orgullo que fue la USB (de Carcas Venezuela) quién le dio la oportunidad a mi muchacho.
 Igual seguiré contando con orgullo los logros que cada uno de mis hijos consiguió. Mi hijo mayor, a costa de todo, de sacrificios y soledades, celebrará en los próximos días su grado, en su alma mater la UCAB, en Caracas. Mi segundo celebró el año pasado el propio, con la alegría de quien a costa también de grandes sacrificios y en una ciudad ajena, triunfa por encima de las vicisitudes.
Y hoy te digo patria mía: Ahí te entrego Venezuela, mis tres hijos que son tus hijos, porque son venezolanos que ojalá un día muy cercano puedan volver a reconstruir sus raíces y ayudar a su generación a devolverle la prosperidad y el orgullo a la nación que los vio nacer.

1 comentarios:

Ricardo Salvador dijo...

Hola, Pilín. Primero -te lo digo después de leer algunos párrafos de otras tantas crónicas de este blog- ya le puedes ir quitando eso de "aspirante a" al título, Dicho esto, continuar comentándote que me ha hecho mucha ilusión haber dado casualmente, en wikipedia con el nombre y la historia de una de las misses venezolanas que más admiré.
Cuando no ganaste el Miss Venezuela, me cabreé por lo que consideré una injusticia y posteriormente pensé que el Miss Mundo había puesto las cosas en su lugar.
En fin. Para entonces administraba una gran transnacional en Ciudad Guayana la que dejé para dedicarme a mi profesión periodística.
Actualmente vivo en España, mi tierra, junto a mi mujer, cinco hijos y cinco nietos (venezolana ella lo mismo que mis tres primeros hijos) y próximo a la jubilación, vuelco mi tiempo en algunos blogs informativos y uno de caracter personal y literario, "Comentarios y cuentos de Ricardo Salvador", que me honraría que visitaras, aunque solo fuese por curiosidad.
Aunque nunca podré decir que somos amigos (solamente que te sigo desde hoy en twitter), sí podré afirmar que, también desde hoy, sigo tu estela literaria... La estela de una mujer que cuando se llevó a la cabeza la corona del Miss World, lo celebré con la misma euforia que un gol del Barça, pero que, de forma diferente, todavía recuerdo 31 años después.
Un abrazo

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