miércoles, 26 de octubre de 2011

El Amortiguador


Apenas arribé a Caracas, la noticia que recibo es que unos grandes amigos fueron víctimas de un intento de secuestro, de cual salieron sanos, no sin que su carro sufriera serios daños, pero gracias a Dios, nada que lamentar.
Comentándole el incidente a mi hijo, que me fue a recibir al aeropuerto de Maiquetía, él me dice ya montándonos en el carro  “Mami no te asustes”  (por supuesto que ante semejante solicitud, lo menos que uno hace es NO asustarse, mas aun cuando él ya ha sufrido los embates de la delincuencia) “pero es que el carro tiene un ruido, no es nada muy grave es un amortiguador”. Enseguida salta a la luz mi instinto de madre regañona y le por supuesto empiezo por afirmar que él se ha descuidado con el mantenimiento del vehículo, que es mucho esfuerzo el de su papá y el mío para que tenga como moverse en una ciudad tan poco amigable con los peatones y bla bla bla… a lo que, y con su más calmada forma, me responde “ya verás cómo están las calles”
 La comprobación no se hizo esperar. Una retahíla de huecos, malos remiendos en la calzada, escombros de las lluvias y demás obstáculos en la vía, intentan callarme, pero sigue mamá regañona y le digo que ok, que las  calles están malas, pero que un simple amortiguador se puede cambiar sin perder mucho tiempo.
Mi hijo que es de una paciencia infinita conmigo, me replica: “claro mami, eso no se lleva mucho tiempo, mientras se pueda conseguir el repuesto”…
Por supuesto y pretendiendo saber más que él, le vuelvo a objetar, que ese repuesto no es muy específico, que deben tenerlo en muchos lados, que es que él no ha hecho el esfuerzo.
Mi muchacho con la lista de talleres a los que ha llamado en la mano, ahora y sin pronunciar palabra me la muestra: yo incrédula le digo que lo ayudaré a buscar al día siguiente, que llamaremos o iremos a  lugares conocidos y no porque un amortiguador debe haber para el carro…
Al día siguiente y ante el reto impuesto de conseguir el repuesto necesario y luego de un severo interrogatorio acerca de la posible inseguridad que representa recorrer las calles en esas condiciones y con la cantaleta (siempre de mi parte por supuesto) de que seguro él no ha tenido cuidado, que no se explica semejante desajuste, vamos recorriendo Caracas de este a oeste. No me quedó más que volver a callarme la boca, seguir llamando por el celular localizando el repuesto, porque cada calle transitada de barrios, avenidas y urbanizaciones, tiene un culpable para el estado del amortiguador del carro: un hueco descomunal, la calzada desgastada, el trabajo empezado y no terminado, etc.
 Pero ahora me digo yo y tratando de excusar o mejor obviar la desidia inexcusable en el mantenimiento de las calles de la capital venezolana ¿por qué no podemos conseguir un amortiguador en Venezuela? Porque con unas calles así, lo mínimo es surtir de repuestos, adjudicando los tan famosos dólares Cadivi a los importadores o fabricantes de estos para los miles de carros que como el de mi hijo necesitarán de dichas partes, ya que si no hay remedio para la vialidad por lo menos que lo haya para el parque automotor.
Por supuesto que lo mejor sería para ambos, pero mientras tanto…. seguimos buscando el bendito amortiguador

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