domingo, 23 de octubre de 2011

El Camino

Hoy camino con pasos inseguros, no se a donde voy, veo vagamente un camino trazado en la vida, en el suelo, en el cielo azul, que la mayoría de veces está nublado y gris, ¿soy yo o el cielo que siempre está gris? Cosa rara en el Caribe, de cielos azules y brillantes. Amanece y sé que tengo que ir hacía allá, está marcado, está escrito en el gen que me empuja, pero me paro de a cama como autómata, alguien me lo grabó en la psiquis, estoy segura que mi abuela, entre cada cuento fantástico, entre cada anécdota hermosa de tiempos felices, de tragedias, de tristezas y recuperaciones, me lo talló tan fuerte que no lo puedo borrar. El camino es caminándolo, me decía, que más se puede hacer, ¿voltear el destino?, ¿voltear la vida?, no creo en destino ni en caminos marcados, pero ahí está, lo puedo ver, lo puedo oler, lo puedo sentir, es sinuoso, pero amplio, es empinado, va hacia arriba y no veo la cúspide.
Es difícil el camino, tiene piedras grandes, tiene gente en el medio que trata de detenerte, a veces quiero hacerles caso, me detengo, pero el camino llama, sigue, sube, rodea,  dice no te detengas sigue, parece que lo oyera susurrar.
¿Estamos destinados a llegar a alguna parte? O solo a caminar infinitamente por ese camino que infinito no debe ser, la muerte lo trunca, lo termina, lo acaba. Del mas allá no puedo hablar, no lo sé.  El que me ha llamado a recorrerlo no me dice nada.
Ya empieza a llover, llueve copiosamente, llueve duro con relámpagos y truenos que asustan, hace más calor, la lluvia no alivia el calor, lo hace húmedo, feo, pegajoso. Hay que cerrar las ventanas, se moja la casa. Mas calor, el agua se mete por todos lados y siento que se me mete en el alma, quiero llorar y no sé por qué, será el calor, será que el camino me llama y no puedo seguir, la lluvia no me deja. Llena las calles de agua, sería un suicidio caminar por las corrientes y remolinos que forma la lluvia corriendo caudalosa por las calles empinadas formando ríos de olas poderosas que se lleva carros, árboles, basura. No puedo salir a recorrer el camino que me llama.
Poco a poco va pasando la lluvia, el camino, las calles, el día se hace silencioso, ni siquiera el pasar de los carros deja eco, son solo sonidos sordos, roncos, oscuros lejanos, no hay voces de gente, no se oyen grillos de lluvia, ni esas las ranitas ¿o eran sapitos? de mi Caracas, de mi Ávila, pleno de sonidos.
Aquí no hay cerros, hay un rió grande, caudaloso, marrón, lo veo desde lo lejos, vigila tus movimientos, tienes que quererlo porque él se impone, sino te lleva te traga te maltrata. Han escrito libros sobre él, sobre ese río que me rodea, sobre sus viajeros famosos, todavía no lo entiendo, no me dice que busca este río que veo desde mi ventada.
Camino con pasos inseguros en una ciudad que no conozco, que no me conoce, que no nos parecemos. Está aquí me rodea, me marca las horas, me marca el camino. Por ahí no es, te estás equivocando, quisiera oírlo, de mi amigo el camino. Si, ahora somos amigos en la tristeza, es mi único compañero fiel, siempre está ahí al frente, marcando la ruta, hablándome al oído.

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